El aumento de las temperaturas medias, el deshielo de los polos, la pérdida acelerada de biodiversidad, los incendios forestales, las sequías prolongadas y las inundaciones devastadoras son solo algunas de sus expresiones más visibles. Estos fenómenos no solo impactan el ambiente, sino que profundizan desigualdades sociales, comprometen la seguridad alimentaria y sanitaria, y tensionan los sistemas económicos, especialmente en las regiones más vulnerables.
Frente a esta realidad, la acción climática se vuelve impostergable. Las políticas públicas, la innovación tecnológica y los cambios en los modelos de producción y consumo son fundamentales para mitigar los efectos del calentamiento global. Pero también lo es la conciencia ciudadana: cada gesto cotidiano, por mínimo que parezca, puede contribuir a reducir nuestra huella ecológica.
La ciencia ha sido clara y contundente: aún estamos a tiempo de evitar los peores escenarios si actuamos con decisión. La transición hacia energías limpias, el uso responsable del agua, la reducción de plásticos, la reforestación y la educación ambiental son pilares esenciales para construir un futuro sostenible.
El cambio climático interpela a todos los sectores de la sociedad. Su abordaje exige voluntad política, compromiso intergeneracional y una mirada ética que reconozca al planeta como un bien común. Defenderlo no es solo una tarea ambiental: es una responsabilidad compartida que define el rumbo de nuestras comunidades y el legado que dejaremos a las generaciones futuras.


